No tengo rango, estoy tan lejos del nirvana,
que ya ni me intereso por las canas.
Qué más da si no las ves,
tampoco por querer, se iban a reflejar en nada.
Piso los cristales de los espejos rotos,
y la sangre de mis nudillos, hinchados y rojos,
se mezcla con la de mis pies descalzos,
que cansados buscan el camino hacia tu rostro.
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