Como un veintinueve de Febrero, volví a tu calendario tras cuatro años sin saber de mí. Después de mil cuatrocientos sesenta días en los que te olvidaste de mi existencia aquí estoy, con un tarro en las manos que deja ver una etiqueta en la que pone “veinticuatro horas más”. Fui robándolas poco a poco, abriendo un agujero en cada reloj de arena que encontraba. Son para ti, para que se las regales a tus ojos. Para que estén abiertos hasta que Marzo llegue con sus carreras de flores; ¡a ver quién deja de ser un capullo antes!
Y así puedas ver, lo que los demás días solo te dejan mirar.
Volveré dentro del mismo tiempo que estuve desaparecido, pero ya no robaré más horas para ti. Reservaré quince minutos para que corras hacia el placer. Y que sea cosa tuya, y no mía, si desaparezco o no, al amanecer.