La gente de a pié, común y sencilla que defiende el
capitalismo frente al socialismo, se basaba para sostenerlo (pasando por encima
de los dogmatismos y falacias instauradas como vox pópuli en contra) en el estado de bienestar que se generó al
oeste del telón de acero progresivamente desde 1945 hasta los 90. Hoy día es una
crítica desfasada totalmente, dado que tras la caída del bloque soviético en
1991, el desmantelamiento progresivo del sistema social ha dejado claro que el
estado de bienestar se generó como una defensa más contra el socialismo. Como
un escudo antimisiles, desde luego muy efectivo.
“La mejor forma de
robar es poco a poco, para que el sujeto no se de cuenta. Así se evita, o mejor
dicho pospone la ira popular, y la revuelta”.
El problema llega en la actualidad; tras poco más de 20
años, y llegado un punto en el que la gente se ve totalmente descobijada, y
volvemos a ver la verdadera cara del capitalismo, la misma que maquilló con el
auge comunista a partir de la segunda guerra mundial.
La visión real, la idea platónica del capitalismo, es, más
allá de la caverna, puro fascismo, carente de humanidad y de lógica.
¿Deja esto una puerta abierta al socialismo? ¿Qué tipo de
socialismo? ¿Podrá adaptarse este a los tiempos que corren? ¿O deberemos de ser
nosotros quienes nos adaptemos a las posibilidades que pueden ofrecerse desde
la no-sobreexplotación medioambiental ni humana, demostrada a día de hoy como
insostenible, ni siquiera a medio plazo?
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